
Una chica en una calle desierta durante la pandemia de infección por coronavirus COVID-19. Foto: https://www.vperemen.com/ vía Creative Commons.
Y EL CAPITÁN EQUIVOCADO. Cuando en una de sus conferencias diarias Andrés Manuel López Obrador se dirigió a los gobiernos de Rusia y Arabia Saudita en relación a la guerra petrolera lo hizo en términos similares con los que cultiva su base electoral: “¿Dónde está la responsabilidad para con la humanidad, dónde está la fraternidad universal, dónde están los llamados jefes de Estado?”
Lejos estuvo su alocución de ser la de un jefe de Estado. Más distante aún su actuar como tal. La brutal caída de los precios del crudo en el mundo es sólo uno entre varios negros nubarrones que se ciernen sobre México.
Para empezar, el Servicio de mercado de petróleo crudo IHS Markit reportó que en el primer trimestre de 2020 la demanda caería la cifra récord de 3.8 millones de barriles por día en comparación al año previo. Y en la primer semana de marzo, en la reunión de la OPEP+, ante la falla de los países miembros del cártel petrolero y los no afiliados de acordar una reducción a la producción de crudo ante el azote del COVID-19, los crudos referenciales Brent y U.S. West Texas Intermediate cayeron ocho por ciento cada uno, a precios no vistos desde 2017.
A la caída de la demanda de petróleo provocada por el COVID-19, que se vaticina alcanzará un 30 por ciento, a consecuencia del desplome de la producción de insumos industriales y la baja en la demanda de la aviación comercial y del turismo, se sumó una sobreoferta de crudo que envió los precios por los suelos, un 30 por ciento a la baja en un día.
Como parte de una amplia estrategia para consolidarse como el fiel de la balanza de la energía —petróleo, gas y energía nuclear— en Asia, Europa y África y el Ártico, Rusia decidió salvaguardar su cuota de mercado y, para evitar seguir cediendo su negocio a los productores estadounidenses, y procurar ahogarles en su mar de deuda, se rehusó a recortar su producción y, además, consideró aumentarla en un monto de 300 mil a 500 mil barriles diarios.
Enseguida, Arabia Saudita abrió fuego contra Rusia y de paso, según los especialistas, de nuevo contra los productores estadounidenses que utilizan la fractura hidráulica (fracking) como método de extracción, cuya revolución tecnológica permitió a Estados Unidos en los últimos seis años transformarse de importador a exportador y primer productor mundial.
Los saudíes anunciaron que incrementarían su flujo de 9.7 millones de barril por día (MBD) a 12.3 MBD, además de descuentos importantes de entre seis y ocho dólares por barril a sus clientes en Europa, Asia y Estados Unidos.
La anterior embestida de las grandes potencias petroleras contra los productores estadounidenses para expulsarles del mercado, efectuada de 2014 a 2016, no consiguió ponerles de rodillas y ahora éstas hacen otro intento.
En el ajedrez presupuestario petrolero, Rusia se atiene a un precio de equilibrio presupuestario de 40 dólares por barril de Brent para este año, contra los 84 dólares por barril con los que Arabia Saudita equilibraría su presupuesto. Sin esfuerzo, Rusia puede producir más de 11 millones de barriles por día (mbpd); en promedio desde 1973 hasta el presente Arabia Saudita ha producido más de 8 mbpd.
Arabia Saudita amasó reservas extranjeras por un monto de 500 mil millones de dólares y posee una baja relación deuda / PIB del 25 por ciento, que le da un amplio margen para endeudarse. Además, según Reuters, ha recaudado más de 100 MMD de deuda en divisas desde 2016 para compensar el impacto de los precios más bajos del petróleo.
Esas son las cartas.
En marzo, el banco central de Arabia Saudita agotó sus activos extranjeros netos a la tasa más rápida desde al menos el año 2000, una disminución de 27 MMD y la reducción del monto reservas totales a 464 MMD, el nivel más bajo desde 2011.
El 12 de abril, la OPEP y los principales países aliados productores de petróleo, denominados colectivamente OPEP+ acordaron un recorte récord en la producción de petróleo de 9.7 millones de barriles por día durante mayo y junio para ayudar a estabilizar los mercados petroleros. El 6 de junio de 2020, la OPEP y la OPEP+ acordaron por unanimidad extender éste monto de recorte de producción hasta finales de julio.
AMLO dijo ese día que México continuaría recortando 100 mil barriles por día, mas no aceptaría reducción adicional.
La pandemia de COVID-19 representa el mayor shock para el sistema energético mundial en más de siete décadas, dijo la Agencia Internacional de Energía (AIE) en reporte del 30 de abril, titulado La demanda mundial de energía se hundirá este año como resultado del mayor shock desde la Segunda Guerra Mundial.
El informe proyecta que la demanda de energía caerá un 6 por ciento en 2020, siete veces la disminución después de la crisis financiera mundial de 2008, y establece que en términos absolutos la disminución no tiene precedentes: el equivalente a perder toda la demanda de energía de la India, el tercer mayor consumidor mundial de energía.
Para el 1 de junio el número de plataformas productoras en EE. UU. cerrando operaciones iba en caída libre al pasar de las 984 que operaban el año pasado a 683, de las cuales 578 son petroleras. Una semana después, en la décimo tercera semana consecutiva a la baja, 17 plataformas adicionales habían cerrado operaciones, para llegar a 284, la primera vez con un conteo por debajo de las 300.
Colapso por igual en tierra firme que en altamar.
Al cerrar mayo, sólo 12 plataformas marítimas operaban en aguas estadounidenses del Golfo de México, respecto a las 22 que operaban en marzo y 19 que lo hacían en abril, de acuerdo al último informe semanal de recuento de plataformas de Baker Hughes, el conteo semanal de plataformas más bajo en diez años, según Scott Carpenter, de Forbes.
30 por ciento de la producción petrolera se obtiene de plataformas marítimas y ni las más optimistas y sesudas proyecciones colocan al crudo referencial Brent a 40 dólares por barril para fines de este año, lo que significa que más petróleo se volverá incosteable de extraer.
“Este es un shock histórico para todo el mundo energético. En medio de las inigualables crisis económicas y de salud de hoy, la caída de la demanda de casi todos los principales combustibles es asombrosa, especialmente para el carbón, el petróleo y el gas”, dijo el Dr. Fatih Birol, Director Ejecutivo de la AIE, y añadió que sólo las energías renovables resistirán el impacto de ésta caída inaudita en el uso de la electricidad y se convertirán en la única fuente de energía que crecerá en 2020 y conseguirá mayor porcentaje del mercado global.
Se cacula que la energía solar fotovoltaica y la eólica están en proceso de conseguir aumentar la generación de electricidad renovable en un 5 por ciento en 2020 en conjunto con una mayor producción de energía hidroeléctrica, a pesar de las interrupciones de las cadenas de suministros que han puesto en pausa o retrasado su despliegue en varias regiones clave este año.
Las fuentes renovables de energía generaron más electricidad que las plantas a base de carbón los 40 días previos al 5 de mayo, según un informe de Economía Energética y Análisis Financiero (Energy Economics and Financial Analysis, IEFA) y en la primer semana de junio se reportó que las fuentes renovables desplazaron al carbón en la generación de energía en los Estados Unidos por primera vez en más de 130 años, desde 1885. El consumo de carbón cayó un 15 por ciento, por sexto año consecutivo, mientras que las energías renovables aumentaron un 1 por ciento.
La industria del petróleo de esquisto bituminoso de EE. UU. podría colapsar a causa de la fuerte caída de los precios del petróleo debida a la pandemia de coronavirus, predice un nuevo informe del Instituto de Economía y Paz (Institute for Economics and Peace), con sede en Australia.
En los meses de enero y febrero, el 11% de la generación de electricidad en EE. UU. provino de la energía eólica y solar. En conjunto con el resto de energías renovables —hidroeléctrica, biomasa y geotérmica—, éstas proporcionaron el 20.3 por ciento de la producción eléctrica total de ese país mientras que la generación de energía eléctrica generada a base de carbón cayó un 30 por ciento y las renovables superaron a la energía nuclear por un 3.6 por ciento.
Incluso compañías que extraen energías de origen fósil incorporan ya las renovables en sus operaciones. Equinor recibió a inicios de abril el visto bueno del ministerio del petróleo noruego para construir y operar un parque eólico marino flotante en el Mar del Norte que suministrará energía a hasta cinco plataformas de petróleo y gas.
La firma estadounidense Williams, que posee y opera más de 30 mil millas de sistemas de tuberías y maneja alrededor del 30 por ciento del gas natural en los Estados Unidos, está buscando desarrollar infraestructura de energía solar en terrenos que posee cerca de sus instalaciones existentes para poder alimentar sus operaciones de procesamiento y transmisión de gas natural con electricidad generada a partir de energía solar.
Ante este escenario, el gobierno mexicano decidió restablecer el control del Estado en el sector de generación de energía.
La Secretaría de Energía publicó en el Diario Oficial de la Federación el viernes 15 de mayo una nueva normatividad que limita la participación del sector privado en energías renovables y frena todas las inversiones privadas en generación de electricidad para privilegiar a las centrales de combustibles fósiles y en la práctica frena la posibilidad de generar energía a menor precio.
De inmediato, la Unión Europea y Canadá enviaron sendas misivas a la secretaria de Energía de México, Rocío Nahle, para, en palabras de los embajadores acreditados en México de Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Países Bajos, Polonia, Portugal, República Checa, República Eslovaca, Rumania y Suecia, manifestar su desacuerdo y “profunda preocupación con respecto a las recientes decisiones adoptadas en el sector de las energías renovables en México”.
Ante un escenario de precios internacionales de crudo deprimidos y la reciente entrada en vigor de la nueva regulación de la Organización Marítima Internacional que prohíbe a las embarcaciones usar combustibles con un contenido de azufre mayor al 0.5 por ciento, como el combustoleo, el gobierno de México tomó la decisión de paliar ésta pérdida de mercado y utilizar el remanente de la refinación —un promedio de 30 por ciento por barril termina como combustoleo— en la generación de energía eléctrica y cerrar de ésta manera el paso a las renovables con un producto altamente contaminante.
En contraste las refinerías texanas producen un tres por ciento de combustoleo.
El 10 de junio, el Diario Oficial de la Federación publicó los nuevos cargos aprobados el 28 de mayo por la Comisión Reguladora de Energía. La Comisión Federal de Electricidad aumentó hasta 775 por ciento las tarifas de transmisión de energía renovable producida por plantas privadas construidas antes de la reforma de 2013.
AMLO no fue el primer presidente que se ha propuesto rescatar la generación de energía proveniente de fuentes fósiles. A pesar de las promesas de campaña, las compañías mineras a las que Donald Trump ofreció sacar del hoyo, caen en bancarrota cual fichas de dominó, incluída Murray Energy, la minera de carbón de propiedad privada más grande de EE. UU. a medida que los productores de energía cambian a combustibles más limpios y más baratos.
Trump no sólo prometió el rescate a la industria del carbón; se rodeó de un gabinete netamente petrolero. En cambio, la obsesión de AMLO por rescatar PEMEX tiene tintes ideológicos, apela al viejo y caduco PRI que gobernó México con mano férrea la mayor parte del siglo XX.
Sin embargo, al final de la segunda década del siglo XXI ni la tecnología o la geopolítica son las mismas que imperaban en el tiempo que AMLO añora. Con una realidad de escasa demanda de crudo, inventarios al tope, precios deprimidos y los estragos causados por una pandemia global, en consecuencia durante el primer trimestre de 2020 PEMEX reportó pérdidas a la Bolsa Mexicana de Valores por un monto de 562 mil 250 millones de pesos, 15.7 veces las pérdidas reportadas en el mismo periodo de 2019.
PEMEX empezó a suspender contratos con proveedores de servicios y proveedores, provocando miles de pérdidas de empleos, dijeron a Bloomberg en junio personas con conocimiento directo de la situación.
Así navega la paraestatal, a pesar de la rebaja en la carga fiscal, el aporte de capital por 26 mil 800 millones de dólares y la inyección de recursos por un monto de cinco mil millones de dólares en septiembre del año pasado para repagar una deuda que, con más de 110 mil millones de dólares la convierte en la empresa petrolera más endeudada del mundo.
Según estudio publicado el 21 de abril del año en curso por el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, “se estima que en 2020 las coberturas petroleras otorgarán recursos de aproximadamente 150 mil millones de pesos, lo que compensa en 36 por ciento al monto total de ingresos petroleros que la Secretaría de Hacienda estima dejará de recaudar y en 77por ciento a los ingresos petroleros del gobierno federal. Las coberturas federales compensan la pérdida de ingresos petroleros del gobierno federal, pero no otorgan ningún beneficio a los ingresos petroleros de Pemex”.
Y sus bonos se encuentran en la categoría de basura, lo que complica sobremanera la contratación de nueva deuda.
De ese tamaño es la apuesta de AMLO. Mas falta todavía.
AMLO tasó el costo de la proyectada construcción de la refinería petrolera de Dos Bocas, Tabasco en ocho mil millones de dólares —hay quienes dicen que podría costar el doble—, junto con el tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía proyecto prioritario para AMLO, que ni la pandemia del COVID-19 ni la inminente recesión económica mundial, que podría convertirse en depresión ha movido un milímetro su voluntad de posponer el proyecto o reubicar fondos para combatir la pandemia o amortizar los efectos de la crisis.
Sin embargo, Moody’s calcula que el costo podría escalar hasta los 12 mil millones de dólares; analistas de Citibanamex y el Instituto Mexicano para la Competitividad calcularon la misma cifra que la calificadora y establecen que su construcción podría tardar hasta ocho años. Para entonces el petróleo podría enfrentar un futuro más incierto que en el presente.
Dos Bocas se sumaría a seis refinerías mexicanas existentes que, según analistas, hace años operan a un 30 por ciento de su capacidad inicial.
Otro factor en contra es que el país no cuenta con suficiente crudo para procesar.
“El problema es que no hay materia prima, el crudo ligero que estamos produciendo no es suficiente, por lo que se tendría que importar”, dijo a Reforma Alejandro Villalobos, especialista en refinación y exfuncionario de Pemex.
En todo esto habría que considerar un pequeño detalle: existe sobreoferta de refinación de crudo en el mundo. La capacidad instalada excede en gran medida a la demanda, aún antes de la crisis del coronavirus. La industria petrolera ha invertido decenas de miles de millones de dólares en refinerías en todo el mundo en los últimos años, sólo en 2019 un monto de alrededor de 52 mil millones de dólares.
La obsesión de AMLO por Dos Bocas se inserta en una tendencia estatista mundial. Sin embargo, dado este contexto de sobreoferta y depresión en la demanda, ¿qué justifica la construcción de una refinería más? ¿Acaso no abre esta sobreoferta la oportunidad de usarla como palanca de negociación en beneficio de un acuerdo ventajoso para México como cliente? Y en tal caso, ¿continúa siendo necesaria Dos Bocas?
Para éste año la calificadora Moody’s calcula una contracción en conjunto de 0.5 por ciento del PIB para los países que conforman el G20. Para Estados Unidos, principal socio comercial de México pronostica -2 por ciento; -2.2 por ciento en la zona euro y China crecería un 3.3 por ciento, muy por debajo de su tasa habitual de crecimiento.
La caída de dos puntos bajo cero del PIB de la economía estadounidense podría impactar el monto de las remesas que migrantes envían a sus familias, uno de los puntales de la economía mexicana. Los escenarios 2 y 3 en proyecciones de remesas del BBVA contemplan ya sea que éstas podrían recuperar su máximo histórico para finales de 2023 o bien superar para 2024 el monto récord de remesas de 2019. Para entonces la administración de AMLO estará en su ocaso. En el escenario #1, el más sombrío, el monto de las remesas enviadas a México podría contraerse más de 21 por ciento entre 2020 y 2021 y recuperarse hasta 2028.
La economía de Estados Unidos podría enfrentar una década perdida, según se desprende de un análisis del 1 de junio hecho por la Oficina de Presupuesto del Congreso (Congressional Budget Office).
El mes de abril mostró síntomas de parte del impacto que causará la crisis. El comercio entre Estados Unidos y México cayó 46.17 por ciento.
Además, a causa de la reducción de la actividad económica provocada por la pandemia, los ingresos públicos se verán afectados. Otro estudio del BVVA establece que “caídas anuales del PIB real entre 7.0 y 12.0 por ciento en 2020 irían en detrimento de los ingresos tributarios e implicaría contracciones anuales reales en los ingresos públicos entre 9.4 y 13.1 por ciento”.
El turismo, otro de los pilares de la economía, que contribuye al PIB nacional con alrededor del 9 por ciento reportó en marzo una reducción de 45.6 por ciento en el ingreso de divisas en cuanto al gasto total en México hecho por los visitantes internacionales y las pérdidas acumuladas en marzo, abril y mayo equivalían ya al menos a dos puntos del PIB nacional.
Bank of America proyecta un desplome de 8 por ciento del PIB en México y una caída “masiva” de empleo formal en México de un millón 200 mil plazas, la mayor cantidad que en cualquier otra recesión del país.
No en balde pronosticó el Banco de México un escenario que dibuja una crecimiento de hasta -8.3 por ciento para la economía mexicana en 2020, más una caída de .5 por ciento en 2021 para un total de -8.8 por ciento y alcanzar así niveles no vistos desde 1932 cuando la economía cayó más de 14 puntos. Además, Banxico pronosticó la pérdida de hasta 1.4 millones de empleos. En el escenario más optimista el PIB caería un 4.6 por ciento en 2020 y aumentaría 4 por ciento en 2021.
La estadounidense Oficina Nacional de Investigación Económica (The National Bureau of Economic Research) declaró el 8 de junio que la recesión comenzó en febrero, para así oficialmente poner fin a la expansión económica más larga en la historia de Estados Unidos.
“En abril, mayo junio se va a tocar fondo, va a estar más complicado de enero a marzo pero de julio hacia adelante vamos a recuperarnos, ese es mi pronóstico y estoy trabajando para eso”, dijo AMLO seis días antes en conferencia de prensa en Mérida, Yucatán.