
El muro fronterizo de Estados Unidos visto desde México (Jerónimo-Santa Teresa). Mayo 20, 2016. Foto: Julián Cardona.
CON APARIENCIA ESTÉTICA, el prometido muro fronterizo en la frontera sur de Estados Unidos estaría cubierto con paneles solares en dos niveles, los inferiores en dirección a México, los superiores de forma que no proyecten sombra sobre los primeros y autodesplazables para seguir, como girasoles, el movimiento del sol y la electricidad que estos generarían amortizaría en 20 años de servicio el monto de inversión requerido para su edificación, cubriría el costo de mantenimiento, disminuiría la cantidad que México pagaría a Estados Unidos por su construcción, se usaría para alimentar las estaciones de la Patrulla Fronteriza y la red de sensores de detección sobre terreno y además Estados Unidos exportaría petróleo a México a través de un oleoducto que atravesaría la frontera abriéndose camino bajo el muro.
We’re thinking about building the wall as a solar wall so it creates energy and pays for itself. And this way, Mexico will have to pay much less money. And that’s good, right?
—PRESIDENTE DONALD TRUMP, junio 21, 2017.
My administration has just approved construction of a new petroleum pipeline to Mexico, which will further boost American energy exports. And that’ll go right under the wall, right? It’s going under. Right?
—PRESIDENTE DONALD TRUMP, junio 29, 2017.
El Departamento de Seguridad Interna estadounidense considera elegir uno entre cuatro y ocho prototipos de concreto y otros materiales a construirse al final del verano en San Diego, a licitación bajo especificaciones de una altura de entre cinco y medio y nueve metros, con mínimo de dos de profundidad para evitar la construcción de túneles, diseño que impida ser escalado y resistente a ruptura física por herramientas de impacto manuales o eléctricas y corte con oxiacetileno. Gleason Partners LLC compite con su propuesta de un muro solar.
En tiempos de la Nueva España, la fortificación de esta frontera a través de fuertes o presidios erigidos en múltiples regiones tuvo el fin de salvaguardar los intereses del Imperio español y sus súbditos establecidos en el septentrión. En aquellos años, las amenazas que se cernían sobre tales territorios eran las incursiones de hordas indígenas que venían del norte o tribus insurrectas y la llegada a América de otras potencias extranjeras, Francia por las costas del Atlántico y el fantasma del imperio ruso que asomaba por Alaska desde 1732 y obligó a España a ocupar la alta California.
Hoy se dice que el muro estadounidense debe detener el flujo de inmigrantes, la filtración de la violencia supuestamente generada por cárteles de las drogas mexicanos y hasta terroristas.
En 1667 se dio la primera concepción imaginaria de una frontera segura en esta amplia región cuando el gobernador de la Nueva Vizcaya, la provincia más asolada por las incursiones violentas, propuso, sin que a la postre fuese aceptada, la construcción de 10 atalayas con vista hacia las principales rutas de desplazamiento de los indígenas a lo largo de la hostil frontera norte del virreinato para ayudar a contener los ataques contra los asentamientos.
En su libro The Presidio: Bastion of the Spanish Borderlands, el finado Max L. Moorhead dice que mediados del siglo XVIII, en un lapso de 14 años, las incursiones apaches destruyeron haciendas y mataron a más de 800 personas y enseguida se encomendó al marqués de Rubí la investigación del estado de los presidios establecidos al norte de la colonia, que este inició en 1776 acompañado de una pequeña comitiva y concluyó casi dos años después, luego de un viaje de más de 12 mil kilómetros.
En lugar de dar continuidad a la política de guarniciones dispersas por diferentes zonas, Rubí propuso establecer una línea de 15 presidios sobre el irregular terreno desde el golfo de California hasta el golfo de México separados a menos de 200 kilómetros de distancia uno de otro más un presidio en Santa Fe y otro en San Antonio y al este usar el río Bravo como frontera natural, a pesar de que su caudal de poco servía para contener las incursiones. Llamó La Línea a este sistema de defensa, el primer registro histórico de este nombre, aunque ni su dictamen y el reglamento producto de su investigación consiguieron acabar con el problema de seguridad en la frontera cuyos territorios al norte ocupados por indios hostiles Rubí consideró dominios imaginarios del rey de España.
A partir de que el ex presidente Felipe Calderón militarizó Ciudad Juárez y se convirtió en la ciudad más violenta del mundo, el término La Línea se popularizó en los medios internacionales, y se identifica principalmente con el supuesto “brazo armado” del cártel de Juárez, aunque más bien esta organización exhibe todas las características de ser un sistema criminal paraestatal que opera en el estado de Chihuahua.
En agosto de 2010, en plena intervención militar, 475 policías federales sublevados en Juárez contra sus superiores denunciaron sufrir extorsión de su parte, cuya práctica podría rastrearse hasta la corrupción institucionalizada, desde el virrey hasta los capitanes de presidio, a través del uso del llamado el quite, que consistía en descontar a los subalternos hasta casi una quinta parte de su salario que además no recibían en efectivo, sino en mercancía que los capitanes tasaban a precios exorbitantes.
La obsesión del marqués de Rubí de obtener control sobre este territorio a través de una línea externa supuestamente infranqueable resultó ser una fantasía. La complejidad de la frontera norte incluía dinámicas arraigadas que en su mayoría este sí consideró en su dictamen: corrupción; escasa disciplina entre las tropas; deficiente alimentación y equipamiento; el pobre armamento de los soldados; las diferencias y guerras entre las naciones indígenas; los fondos insuficientes asignados por el virrey para sufragar el costo de la seguridad fronteriza y la geografía como obstáculo para establecer una línea recta de presidios ubicados a una distancia uniforme. Al planear este cordón de guarniciones Rubí también tenía como objetivo ahorrar dinero a las arcas de la Corona española.
La Línea imaginaria del marqués se aproxima al trazo de la frontera hoy día, sobre la que el presidente Donald Trump planea erigir un muro, en sus propias palabras, “grande, alto y hermoso”.
Aparte de los largos litigios que podría generar a su paso y los accidentes naturales del terreno que deberá sortear, no se ve por dónde podría el Congreso estadounidense financiar en el corto plazo los 15 mil a 66 mil millones de dólares necesarios para su construcción. Además, el muro encarecería el patrullaje y dificultaría la vídeovigilancia. Tan sólo en las 700 millas del cerco fronterizo construido en años recientes se han gastado siete mil millones y reemplazar esta barrera por un muro de concreto o complementarla costaría unos 25 mil millones. En el plan de presupuesto para el año fiscal 2018, el Comité de Apropiaciones de la Cámara de Representantes ha aprobado un monto de mil 600 millones de dólares para la construcción del muro. Sin una victoria legislativa importante a seis meses de tomar posesión, a pesar de contar con mayoría en ambas cámaras, la aprobación de este fondo por el Senado no será fácil y el mismo Trump lo ha reconocido vía Twitter.
En cambio, visto como bandera del eufemismo de moda en la política estadounidense, alt-right, el muro ha sido un rotundo éxito al estigmatizar a los inmigrantes como un problema de seguridad nacional y utilizarlos como uno de los medios para hacerse del poder político.
El discurso del renacido supremacismo blanco descansa sobre el supuesto de la superioridad genética de la raza blanca; el secuestro de la civilización occidental, incluyendo sus logros científicos, artísticos e intelectuales (véase el discurso de Trump en Varsovia) como si esta sólo proviniera de los blancos en Europa y América del Norte a través de una línea de desarrollo continua y sin aportaciones externas (como la de los musulmanes en la edad media en la preservación e interpretación del corpus filosófico griego); el despojo de su bandera a los grupos de izquierda antiglobalización y el propósito de contener el crecimiento de la población no blanca en Estados Unidos a través de la guerra contra la ciudadanía por nacimiento. En campaña Trump avaló el término bebés ancla al referirse de tal manera a los hijos nacidos de inmigrantes sin documentos, unos 300 mil al año.
Jason Kander
@JasonKander
She means white.
Ann Coulter @AnnCoulter
In 20 years, Russia will be the only country that is recognizably European.
4:49 PM – 4 Jun 2017
Sobre la plataforma supremacista blanca cuyos personajes más visibles son los Spencer, Bannon, Coulter y Miller, patrocinada económicamente por los Regnery y Mercer y amplificada en portales de noticias de identidad separatista blanca y redes sociales se ha fraguado el discurso político de Trump.
Mas no ha existido jamás una sociedad racialmente pura ni fronteras infranqueables.
Aparte de la convencional vigilancia desde helicópteros y aviones, la tecnología desplegada actualmente a lo largo de La Línea incluye sensores de detección sobre terreno, aeronaves no tripuladas y aeróstatos atados a baja altura usados como plataformas de radar. La versión contemporánea de las atalayas propuestas en el siglo XVII son las torres fijas integradas, alimentadas por energía solar y equipadas con tecnología electro-óptica, cámaras de alta precisión, radar y sensores infrarrojos ultrasensibles.
Sin embargo, esta barrera invisible tiene sus detractores, la tecnología es cara y no tan eficiente. Y existe corrupción. Algunos de los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos y de la Patrulla Fronteriza que resguardan la frontera en puertos de entrada o patrullando en campo han sido acusados de aliarse con grupos de traficantes de droga, dejar pasar cargamentos, otorgar información privilegiada y permitir el ingreso de inmigrantes sin documentos. Un análisis del Center for Investigative Reporting y The Texas Tribune publicado el año pasado encontró que en los 12 años previos al menos a 140 agentes fueron arrestados o condenados por actos de corrupción que presuntamente comprometieron durante el desempeño de su trabajo.
Tecnología y corrupción son dos argumentos contra la construcción del muro. Y en el presente, la inmigración de mexicanos sin documentos se encuentra en números negativos comparada con el número de personas deportadas y no existe evidencia que la violencia que ha sufrido México desde la administración del presidente Felipe Calderón se haya filtrado hacia su vecino del norte.
Los migrantes conforman la población en México y Centroamérica más vulnerable y afectada por la política económica y militar estadounidense que por décadas ha generado pobreza y muerte en alianza con las élites de estos países. Muchos de los centroamericanos que huyen de la violencia en sus países buscan conseguir asilo político.
Una de las bases del modelo económico de México ha sido la de utilizar mano de obra barata, internamente y de exportación a través de la migración y de manufactura maquiladora de compañías trasnacionales, principalmente estadounidenses y en los noventa, México abrazó sin reservas los lineamientos del Consenso de Washington. Con normas ambientales laxas, sindicalismo inexistente u oficialista y alto costo de vida, la frontera norte de México es una virtual zona de esclavitud. En la visión antagónica de Trump, estos obreros con sus sueldazos de siete dólares por turno son los vencedores de la economía global, en detrimento de los trabajadores estadounidenses. Que alguien les informe.
Y no son menos esclavizantes las condiciones de vida del inmigrante en Estados Unidos, empleos que por su dureza y bajo salario los estadounidenses desdeñan.
Con la tecnología existente en combinación con otras estrategias no habría necesidad de un muro de concreto, mas ese no es el punto. La administración Trump ha dejado claro a las compañías interesadas que una barrera tecnológica a base de sensores, aeronaves no tripuladas e inteligencia artificial no es de su interés. Es imperativo levantar un imponente muro físico.
Podrían construirse equis número de millas de cualquiera de los prototipos, de uno u otro material, incluso el solar, o transparente. Mas la retórica detrás del muro es el verdadero muro. En su papel de legitimador del discurso racista, al repetir Trump una y mil veces que este se construirá, que México lo pagará, el muro se arraiga más y más en la mente de quienes le dieron la presidencia, el perfecto símbolo de segregación, la barrera contra la invasión de hordas de no blancos que amenazan la existencia de un etnoestado blanco, cristiano, culturalmente homogéneo, autoritario y misógino.
Volviendo las páginas de la historia hasta 1585, ante las furiosas embestidas indígenas, un virrey, el marqués de Villamanrique lanzó una ofensiva. De paz. Concedió la libertad a prisioneros de guerra, prohibió su esclavitud, enjuició a oficiales y personas involucradas en su tráfico, puso fin a expediciones no autorizadas, impuso control estricto sobre gastos militares, redujo el número de guarniciones, ofreció a indígenas víveres, vestido, tierras y arados, instrucción religiosa y protección gubernamental.
Está política demostró poder persuasivo. Por un tiempo, las hostilidades bajaron de intensidad y algunas naciones indígenas se apaciguaron.
Esto fue entonces y no será de nuevo. La versión 2017 de La Línea es solar. Y no se ve por dónde vaya a llegar un gesto de paz para los inmigrantes. Tal como en campaña, en algunos de los mítines donde el presidente Trump se refugia de sus frecuentes fracasos en Washington, sigue resonando al unísono el grito “build that wall”.
Texto escrito en julio de 2017 para el libro sobre la línea fronteriza del fotógrafo David Harriman.